Vuelta a clases
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
Uno de cada tres escolares faltó un mes o más a clases en 2018. Es el resultado que arroja un estudio del Mineduc y que sorprende amargamente. Es uno de los puntos críticos que sin duda repercuten en el desempeño académico: el ausentismo. Lo peor, sobre 120 mil niños repitieron curso por no cumplir con la asistencia ni los objetivos de aprendizaje. Vale decir, no es un problema de capacidades. Simplemente no aprenden o repiten ¡por no ir a clases!
En parte es problema de los padres y apoderados, que valoran poco la educación y provocan “aversión o rechazo” en los alumnos. Muchos piensan que no es relevante asistir a clases diariamente o que “no importa faltar”, o que un día menos no influye. Es tarea de todos cambiar esa mentalidad y fomentar la disciplina de ir a clases. Hoy, cada vez más empleos están exigiendo Cuarto Medio rendido. Muchas empresas incentivan y promueven el completar la educación básica y media. Pero la escolaridad, como proceso regular, está aún lejos de ser parte de nuestro patrimonio nacional, como sí lo es en países similares al nuestro.
Un pueblo más culto, educado, será más feliz, de mayor progreso, más justo. La ministra de Educación lo expresó bien: “La educación puede emparejar la cancha y acortar brechas si nos aseguramos de que todos los estudiantes asistan a clases diariamente, y reciban el apoyo que necesitan para aprender y desarrollarse”; “la educación de los niños y jóvenes es responsabilidad compartida”, agregó. Un alumno con buena asistencia muestra más compromiso con su educación, y tiene más probabilidades de estudiar una carrera superior y de tener estabilidad laboral y social.
La UNESCO afirma que la tasa de pobreza mundial podría reducirse a la mitad si todos los adultos terminaran la educación escolar. Sin embargo, persiste la alta tasa de personas no escolarizadas en muchos países, Chile incluido.
El desarrollo humano sostenible, la educación, es el camino para eliminar las desigualdades y mejorar la calidad de vida de las generaciones presentes y futuras. Y el foco hay que colocarlo donde más importa: la infancia, la educación preescolar y básica. Ahí se juega todo.
“Denme un niño hasta los cinco años y tendré un hombre para toda la vida”, dice un sabio adagio. La pura verdad: lo que se siembra en los primeros años de vida será lo que moldee a la persona para toda la vida. Se puede predecir el futuro de un niño casi sin errores tras los primeros años de enseñanza. Pero claro, los niños no marchan ni paran. Aun así, debemos convencernos de que ahí está la clave para el salto al desarrollo.